Etica Docente, Dr, Deivi Talavera
ÉTICA EN LA FORMACIÓN DOCENTE
Antes de discutir sobre
cómo debe ser la incorporación de la ética y los valores en el proceso de formación
profesional de los profesores es lógico plantearse la cuestión ¿se pueden enseñar
las cuestiones morales
y éticas en la
formación docente?, esto es especialmente relevante si se considera que en este proceso (dada su condición de
educación universitaria) participan personas
adultas o por lo menos al final de su adolescencia.
En relación con los valores es común
la creencia de que estos se forman en
el hogar y durante la infancia, si tal cuestión es cierta entonces estos (los valores) no podrían enseñarse a nivel
superior. En este trabajo se adopta una posición
diferente a la señalada, se suscribe la tesis socio constructivista, que plantea el proceso de desarrollo de la
persona como un proceso de construcción gracias a la participación en prácticas formativas y sociales (Martínez, Buxarrais y Bara,
2002).
Se reconoce que parte de la formación de los valores
fundamentales ocurre durante la infancia y al abrigo de la
familia, pero esta se prolonga a lo largo de
toda la vida, de allí que en su formación juega un papel de primera
importancia la educación formal
(Básica, Media Diversificada y profesional e incluso más allá) y por consiguiente puede
afirmarse que la adquisición de los valores
es un proceso que abarca una
porción considerable de la vida de los individuos (Tarres, et al.
2005).
Al
asumir la perspectiva socio constructivista se evita
caer en los extremos de la formación de valores: reproductor y
subjetivo y se hace énfasis en una visión
trans individual. Se acepta también los postulados de Kohlberg quien formuló
la tesis de que el juicio moral se produce
de manera universal según un orden
estructurado en tres niveles y se pasa de uno a otro en virtud de un desequilibrio en el sistema de valores
producido por la influencia del entorno (Barba,
et. al.
2003).
De acuerdo con las ideas expuestas el
desarrollo del pensamiento ético se da a lo largo de la vida del individuo en interacción con otras personas.
Por tanto es lógico proponer
su inclusión en la formación de los docentes; una vez que se
plantea este hecho, resulta necesario destacar cuáles pueden ser algunos de los postulados éticos que deben ser
incluidos en esta actividad, para ello deben
atenderse los contextos en
los cuales se desarrolla la
formación.
En Venezuela de acuerdo con los fundamentos
legales [Ley Orgánica de Educación
(1980), Reglamento del Ejercicio de la Profesión Docente (2000) y Resolución 1 del Ministerio de Educación (1996)]
la formación docente
se realiza en instituciones de nivel universitario y se concibe
como formación profesional, este viene a ser el primer contexto en el cual se desarrolla
esta actividad y los requerimientos
éticos que se plantean para los docentes no deben, en principio, diferir
de los que se hacen a todos
los profesionales.
La
formación profesional se entiende como un desarrollo armonioso de las capacidades cognoscitivas, técnicas
y morales (Maliandi,
2002) la cual se efectúa, por lo menos en un primer
momento, en instituciones que deberían asumir el ideal de universidad investigativa inspirada en la Universidad de Berlín, dirigida y enriquecida por Humboldt y otros
pensadores universales donde
profesores y estudiantes se dedican prioritariamente a la investigación (Ancízar
y Quintero, 2005).
Las universidades deben garantizar un espacio autónomo para el ejercicio independiente del pensamiento,
por esa razón la formación profesional
que en ellas se desarrolla debe
evitar divagar entre el individualismo que debilita el sentido de la comunidad y la alternativa
socialista que cayó en un totalitarismo colectivista
(Barone y Mella, 2003). En tal sentido, el primer imperativo ético que existe en la formación de profesionales (y por ende de docentes) es, inspirado en el pensamiento de Arendt, recuperar
la singularidad del individuo sin negar la multiplicidad de los actores,
de esta manera se logra cultivar la pluralidad y la alteridad como valores indispensables.
La
formación profesional debe atender también
los requerimientos derivados
de lo que se denomina
la sociedad de la información y de las tecnologías;
la integración al fenómeno de la globalización y el análisis de su impacto en diversos ámbitos; la atención a
la diversidad y la preocupación por alcanzar la excelencia académica (Martínez, et. al. 2002). Esto implica
incluir en la universidad todo lo que tiene que ver
con la persona: ética, moral, valores y sentimientos,
en el contexto de una formación ciudadana que sirva más allá del ejercicio de una profesión para el
desarrollo de una vida plena.
Además de estos
planteamientos derivados de la formación profesional como contexto; el segundo contexto que se debe considerar en la
formación docente es la realidad
que se vive en las escuelas; es decir los problemas y las carencias
de tipo ético que tienen lugar hoy en las instituciones educativas
deberían orientar a la formación de los valores
necesarios para la solución de esos
problemas, transformar la escuela en una comunidad moral (Palmar, 2004) porque la actividad educativa debe
plasmarse en obras que posibiliten en todos sus participantes la disposición a construir (Barone y Mella, 2003).
Esta idea de tratar los problemas que
se viven en las escuelas como parte importante
de la formación docente es reconocida por diversos autores, por ejemplo:
La formación
docente bajo la responsabilidad de las Escuelas
Universitarias de Educación, no pueden seguir ignorando que a los planteles continúan llegando los problemas de la violencia, las cuestiones asociadas al consumo de drogas,
tabaquismo y alcohol, el narcotráfico, el SIDA, el embarazo precoz, al aborto, etc.
Como
se puede observar, los males de la sociedad han empezado a ser conceputalizados como carencias formativas
a las que hay que abordar y que la
escuela debe suplir con un esfuerzo exclusivo y real. (Rivas, 2004.
58)
Esta intención de tratar los temas
que aquejan a la sociedad y por ende a la
escuela se concreta en procurar que los futuros docentes puedan reflexionar profundamente sobre la práctica de la
educación a partir de las situaciones conflictivas
que rodean la cotidianidad de las escuelas (Ancízar y Quintero, 2005),
las cuales, en muchos casos (tal como se puede inferir de la cita de Rivas),
van más allá de los problemas de aprendizaje y enseñanza de los
estudiantes.
Los imperativos éticos que se
desprenden de la actividad docente vienen dados
porque el educador debe contribuir para desarrollar en sus estudiantes la capacidad
de leer entre
líneas, discernir lo discernible, no opinar en la ignorancia, evitar las generalizaciones apresuradas, evitar el
maniqueísmo, mantener la mente abierta
y alerta, cultivar
un intelecto honesto,
respetar, generar normas
de urbanidad y actuar éticamente (Tarres,
et al. 2005)
Otro elemento que plantea desafíos éticos para los docentes son los derivados del impacto de la globalización en la cotidianidad de las escuelas (Izarra, 2002). Se afirma que “los cambios impregnan nuestra vida en esta sociedad postmoderna. Éstos se han hecho sentir en la actividad humana y la educación no podría estar al margen de dicha influencia” (García, 1999. 63) de allí la necesidad que tienen hoy los profesores de mantenerse actualizados y participar en programas de actualización permanente (Pérez-Jiménez, 2003) es una cuestión que los docentes deben asumir como un imperativo de carácter ético.
Por
tal razón se hace hincapié en la
formación integral de los maestros y
en la necesidad de profundizar el conocimiento del desarrollo del juicio moral en trabajadores de la educación (Tarres et al, 2005),
es decir si los profesores no están conscientes
de cómo se produce la evolución del juicio moral no estarán en condiciones de promover el desarrollo
propio y mucho menos el de los estudiantes que tienen la misión de atender.
En
síntesis, los docentes en formación, en relación con su formación ética, deben atender
por lo menos dos contextos el primero relacionado con su propia formación como profesionales y el segundo
derivado de las condiciones de la institución en la cual van a ejercer su profesión. Es tan importante la inclusión de las
cuestiones éticas que es usual que en los programas de formación docente se incluya
un curso, seminario o taller
relacionado con la ética
profesional.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La práctica de desarrollar en los
programas de formación docente una asignatura
vinculada con la ética profesional es solo una de las formas en la que esta temática se puede incluir,
de hecho es la más clásica pues según Martínez
et. al. (2002), esta se orienta
a la formación deontológica profesional del estudiante; pero además de esta, los autores también
mencionan otras dos formas de inclusión: la formación deontológica del profesorado en su tarea
como docente y la
formación ética del estudiante.
Estas dos alternativas teóricas demuestran que existen diversos procedimientos para la inclusión de la ética que pueden ser consideradas en los planes de formación docente, pero esto requeriría introducir cambios en su desarrollo y conceptuación, especialmente en relación con la concepción de la ética, es decir, si se comparte que la ética es una disciplina entonces no es equivocado incluirla en el plan de estudio como una asignatura dentro del currículo, sin embargo ya se señaló que la ética no es solo una disciplina y que se vincula directamente con la acción. Se considera que la preocupación por la formación ética debe impactar más allá de ser una asignatura en el plan de estudio (práctica que no se considera inadecuada pero si insuficiente), en tal sentido se observa que en los planes de estudio de las instituciones formadoras de docentes se insiste en la cuestión ética incluso con un carácter transversal, sin embargo esto parece quedarse en una declaración de principios.
El problema básico es que lo
postulado no parece impactar de modo decisivo
la actuación de los profesores universitarios que orientan el proceso de formación de los docentes
como profesionales. Lo que se considera conveniente no es modificar planes y programas para incluir en cada curso
consideraciones éticas o incluir nuevos
cursos de ética;
por el contrario la idea es que esta impacte
el trabajo de cada formador
de formadores, con ello se lograría:
Ir conformando una personalidad integralmente formada para responder con propiedad a las exigencias de la misión social de su profesión. Por tanto, las experiencias educacionales y profesionales que
reciba deben contribuir a su ajuste
psicológico, volitivo y emocional para que guíe
éticamente una actitud moralmente autónoma, desarrollada en convivencia ciudadana.
(Hernández, 2002. 49)
En conclusión la formación ética en
las prácticas de las instituciones formadoras
de docentes es hoy un imperativo, es necesario repensar la forma como esta se desarrolla actualmente,
porque si la formación de los docentes se concentra
sólo en aspectos técnicos entonces estos se verán reducidos a simples instrumentos de un poder que puede
valerse de ellos para cualquier clase de fines
(Maliandi, 2002)
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